domingo, 7 de marzo de 2010

Las Ciudades Invisibles


No es que Kublai Jan crea en todo lo que dice Marco Polo cuando le describe las ciudades que ha visitado en sus embajadas, pero es cierto que el emperador de los tártaros sigue escuchando al joven veneciano con más curiosidad y atención que a ningún otro de sus mensajeros o exploradores.


ZOE


ZENOBIA


TECLA


DOROTEA


ARMILLA

El gran Jan ya estaba hojeando en su atlas los mapas de las ciudades amenazadoras de las pesadillas y las maldiciones: Enoch, Babilonia, Yahoó, Butúa, Brave New World.
Dice: - Todo es inútil si el último fondeadero no puede sino ser una ciudad infernal, y donde allí en el fondo, en una espiral cada vez más cerrada, nos sorbe la corriente.
Y Polo: - El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio.

La primera edición de Las Ciudades Invisibles fue publicada en noviembre de 1972 por la editorial Einaudi, de Turín.